Ahora lo sabemos. Qué afortunada es nuestra sociedad que por fin logró descubrir la verdadera causa de la delincuencia. Y era tan simple, vea. Al final, tenía razón Ruckauf cuando pedía plomo para los delincuentes. Claro, lo que pasaba era que la policía disparaba demasiado arriba; hay que entrenarlos de nuevo para que apunten a no más de un metro y cincuenta centímetros del piso, porque la culpa la tienen los chicos de 14 años.
Así que los metemos presos a todos y se acabó la inseguridad en Buenos Aires que, desde luego, es el fiel reflejo del país.
Este genial descubrimiento lo debemos a los sufridos vecinos de San Isidro, que con la colaboración de sacerdotes, rabinos y esforzados defensores de la libertad y las buenas costumbres, han efectuado una sesuda investigación sociológica que les permitió deducir que, bajando las edades de imputabilidad, se soluciona todo el problema de la inseguridad, la violencia, la delincuencia y la droga. Claro que falta resolver el hambre, la miseria, la falta de trabajo, la humillación diaria, la corrupción, la desigualdad social y la indiferencia. Pero por algo hay que empezar.
De manera que descargamos la culpa en los pibes de 14, y todos contentos.
No es necesario preocuparse por recordar que esas mismas señoras que aplaudían a Juan Carr frente al Municipio, son las que se bajaban de los aviones provenientes de Miami, con sus valijas repletas de “déme dos”, justito cuando esos chicos que vamos a encarcelar hoy estaban a punto de nacer.
Para qué vamos a decir que sus maridos aullaban en la calle Florida defendiendo las privatizaciones de las empresas del Estado que dejaron sin trabajo a miles de argentinos condenándolos, en el mejor de los casos, a apostar a un kiosquito de golosinas o a una remisería globalizados, destinados al fracaso.
Ni siquiera es procedente destacar que la mayoría de las personas serias, razonables y que conocen algo del tema en todo el planeta señalan que la delincuencia en los adolescentes –problema mundial- se produce porque hemos marginado a un enorme sector de la sociedad que, a ver si lo entendemos, no nos debe nada a nosotros. Que somos “los otros”. Los que nos vestimos, comemos, trabajamos, vivimos “como Dios manda”, y recién ahora, cuando las papas queman, nos acordamos que existen estos chicos a los que les dimos vuelta la cara desde antes que nacieran. Como siempre, nuestra solución es sacarlos de la vista.
Cosa curiosa: no escuché a los vecinos de San Isidro reclamar un cambio de legislación urgente y medidas inmediatas para la resocialización de esos chicos. Si, por supuesto, escuché declamaciones diciendo que “es necesario” que existan centros de reeducación en todo el país. Pero el cambio de Ley de verdad exigido es que puedan ir presos “ya” porque, claro, nos molestan hoy.
Y todos entendemos que esas declaraciones sobre reeducación e integración social son para la gilada, si después de todo son unos negros de mierda que no tienen arreglo.
Llama la atención observarnos a los adultos buscando “soluciones”: nos comportamos como chicos.
En lugar de educar, contener, alimentar, vestir y querer; en vez de exigir a la dirigencia soluciones de fondo para sanear la sociedad enferma en la que vivimos; a contramano de pensar seriamente cómo rescatamos a estos nenes (¡14 años!) para que no elijan robar, queremos meterlos presos. ¿Será que eso es suficiente? Porque luego están los de 13, y los de 12. ¿Dentro de un par de años bajamos la ley de nuevo? ¿Y si los encanamos desde que nacen, así no nos joden más?
Como si fuéramos chicos, no hicimos nada ayer, pero queremos la solución hoy. Aunque eso signifique cargarle la culpa a alguien, por supuesto siempre más pequeño, siempre más débil.
Elegimos continuar compartiendo, indignamente, la complicidad de la indiferencia. Mañana, con un poco de suerte e imaginación, tal vez la culpa la tengan otros: los paraguayos, los coreanos o los analfabetos. Quizás a algún genio capitalino se le ocurra entonces exigir el voto calificado. Después de todo, como Duhalde dijo hace tiempo, estamos “condenados al éxito”, así que probando y probando, alguna vez la vamos a pegar.
Tantos años pasaron y seguimos en el país jardín de infantes.
Enrique Gil Ibarra
Rápido, que se va todo al carajo !!
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